martes, 2 de junio de 2009

Alergia

Trabajas para vivir, no vives para trabajar.

Tu solo cavas tu propia tumba. La cavas dieciseis horas al día, seis días a la semana y a veces los domingos. Tuviste tu primer aviso -por las malas- para que bajaras tu ritmo. Y sólo duró lo que te duró el susto. Llegas a tu hogar a disfrutar tu cama. Una merienda ligera, un corto apapacho, un rápido juego con el perro, y a dormir. ¿Qué te pasa?

Trabajas para vivir, no vives para trabajar.